La primera vez que conocí a Maomaochong fue cerca de mi oficina. Era muy tímida, pero un día se me acercó y me maulló. Noté que estaba muy delgada, probablemente porque llevaba mucho tiempo sin comer. Sintiendo lástima por ella, fui al supermercado y compré una salchicha para alimentarla. Desde ese día, cada vez que me veía, me seguía a todas partes, incluso al baño. Me quería de verdad.

Le di salchichas durante varios días y, con el tiempo, empecé a comprarle comida para gatos, comida enlatada, golosinas e incluso juguetes. Después de un tiempo, decidí adoptarla y traerla a casa. Al principio, había planeado esperar un mes más antes de traerla de vuelta, pero al día siguiente, ocurrió algo inesperado: Maomaochong desapareció. Entré en pánico y pensé que le había pasado algo, ya que los gatos callejeros suelen estar en peligro y su esperanza de vida suele ser corta. Lamenté no haberla traído a casa antes.

Pasé todo el día buscándola, pero no la encontré. Estaba tan preocupada al volver a casa, que compré un transportín para gatos con la esperanza de que si la veía al día siguiente, podría llevármela. Al día siguiente, la encontré cerca de la oficina otra vez, y esta vez, me la llevé a casa.